lunes, 7 de mayo de 2012

Hasta otra, Barcelona


Se terminó el Salón del Cómic 2012. Han sido unos cuantos años, ya ni se cuantos, en los que he estado allí, primero muchas veces como público y luego algunas como autor, tras los mostradores de los stands de fanzines y publicaciones independientes. 
Siempre he creído y sigo creyendo que esta zona es, o debería ser, el alma de un salón de cómic, y más en un país como el nuestro, que carece de una industria editorial sólida equiparable a la francesa o americana, y en la que seguir tu propio rumbo sin ataduras ni cortapisas debería ser lo normal, ya que las alternativas profesionales a esa independencia no son muchas dentro de nuestro espacio patrio, en el que la mayoría de la gente, potenciales lectores, no ve cómics más allá de Mortadelo y Filemón.

Para mí el cómic siempre ha sido, y es, la mayor fuerza contracultural de nuestra sociedad, junto con la música, uno de los baluartes de la cultura todavía no domesticados por el poder, y en el que la creatividad, la frescura y la libertad creativa absoluta son y deben ser la norma, ajeno a subvenciones, injerencias políticas y del coñazo de la cultura oficial y su uniformización ñoña y desactivadora.
Por ello siempre estuve más a gusto que en ningún sitio en esta zona de fanzines, un espacio que parece puesto en perpetua cuarentena por la propia organización de Ficomic, apartado del resto del mundo, no sólo de las grandes editoriales, sino también de los muñequitos de plástico, los videojuegos, los puestos de gominolas y chorradas varias, que parece que son más cómics que un cómic.
En la zona de fanzines he conocido a gente de todo tipo a lo largo de estos años: dibujantes sin pretensiones, autores ocasionales, pandillas de amigos con ganas de pasarlo bien, gente que hacia cosas no demasiado buenas o no demasiado interesantes, pero también joyas que han pasado desapercibidas para el gran público, diamantes en bruto que en muchos casos se convirtieron en autores reputados y respetados, y gente que hace (y que ya hacía entonces) grandes cosas, cosas realmente buenas.
Lo que he visto SIEMPRE, y eso es lo que me ha contagiado, es la energía, la fuerza vital en estado puro que mueve todo esto y que es la ilusión, la pasión, pasión en forma de trabajo incansable y no pagado, de resacas insoportables es un ambiente tan hostil como el de la Fira y sus interminables horas, en forma de canciones de los 80 cantadas a alaridos con megáfonos, y de mil historias que no cabría relatar aquí.

A veces me da la sensación de que muchas de las cosas buenas que hay en ese espacio de fanzines desaparecen en la zona profesional, en la que probablemente haya otras cosas buenas que no hay aquí. Pero lo que está claro es que no se percibe esa pasión, esa energía, de la misma manera. Es otra cosa.
Me da miedo la palabra PROFESIONAL cuando se refiere a un autor, a un dibujante de cómics, porque aunque es el status anhelado en el fondo por cualquier dibujante, el poder vivir de lo que hace, puede ser una trampa y convertirse también en una verja que impida salir al autor libre de verdad, el que usa el cómic para expresarse, como quiera, contra lo que quiera, con las herramientas, colores y expresiones que le de la gana, sin cortarse ante nada ni ante nadie, usando el cien por cien de la creatividad y la fuerza que uno tiene dentro, sin guardarse nada por miedo a no estar dentro de los raíles que a uno le han puesto, o lo que es peor, uno se ha puesto a sí mismo.

Por eso creo que la zona de publicaciones independientes debería ocupar medio Salón del Cómic, y también que los fanzines deberían ser más bestias, más macarras, más punks, más salvajes, más irreverentes, tener más formas, más colores, más formatos. Y que no debería haber premios al mejor fanzine, porque por ahí se empieza domesticando a las fieras.

Y creo también que Ficomic no debería cobrar por ceder un miserable stand de fanzines, o cuanto menos, que debería cobrar unos precios realistas y adecuados a la situación actual. Me parece miserable que un evento subvencionado le cobre al público (DOS EUROS A LOS NIÑOS!) por entrar en un evento que básicamente es un mercado donde la gente va a COMPRAR.
Me parece también muy penoso que los bolsillos de esta entidad busquen nuevos horizontes en los videojuegos, dandoles diez veces más espacio y protagonismo que a los propios fanzines.
Me parece, en fín, que como el arte imita a la vida, en el Salón del Cómic pasa un poco como fuera de él, que la mayoría de la gente sale más pobre, pero uno o dos salen inmensamente más ricos.
Yo por todo esto no pienso volver, porque creo que este tipo de cosas se deben hacer de otra manera, y además AHORA es el mejor momento para hacerlas de otra manera, más modesta, menos grandilocuente y más humana, pero quizá no sea Ficomic para entonces el que lleve la batuta, sino los propios autores quienes tengan (tangamos) que hacerlo sin un intermediario insaciable y usurero.


A pesar de todo lo dicho me quedo con todo lo bueno, y lo bueno está en esa foto (bueno, todo no, falta alguien que el domingo no pudo venir). Gente a la que DE VERDAD le gustan los cómics y que disfruta con ellos y con lo que les rodea.

Si de algo me alegro, este mi último año allí, de haber cogido un stand en el Salón, es (una vez más) de haber conocido a gente como la que me ha tocado en suerte a mi alrededor: los del fanzine DOS DE: Clara, Sara, Juan, Lex, y sus socias de LA RANA BCN, Ana y Renata, que me han hecho, no digo ya llevaderas, sino incluso SUPERAGRADABLES tantas horas allí metido.

También tuve a mi otra vera a los del Rantifuso, un año más, ya viejos conocidos, y aun chaval de SEIS AÑOS (lo pongo en letra para que se vea que no es una errata) que se llamaba Denis y que hacía unas historias que me han dejado boquiabierto.

Me quedo también con otra cosa buena, y es con el saber que el Premio al Mejor Autor Español del año se lo han dado a Jose Domingo por su album Aventuras de Un Oficinista Japonés, un cómic en el que aunque parezca inaudito en un libro premiado, nadie tiene una enfermedad terminal, ni es autobiográfico, ni tiene nada que ver con la guerra civil ...y además es formalmente innovador, brillante, y uno de esos (hoy) raros ejemplos de lo que antes decía: que el cómic es el reducto más pequeño, pero también más infinito, de creatividad que existe. Que así sea más veces.

Hemos jodido la economía, pero no jodamos los cómics.

martes, 1 de mayo de 2012

Nos vemos en Barcelona

Este año sí estaré en el Salón del Cómic de Barcelona, en el stand 20 de fanzines y publicaciones independientes, firmando ejemplares de mi último trabajo, LA HISTORIA JAMÁS CONTADA JAMÁS CONTADA, que pisa el salón por primera vez. (dándole a la portada verás la reseña de este libro aparecida en el blog de CelestinoComix)

Estaré allí desde el jueves a las 12, así que quien se quiera hacer con un ejemplar de este libro, u otro, firmado y garabateado a su salud y nombre, que no dude en visitarme.

Tengo además un proyecto entre manos para el que necesito colaboración de lectores habituales de mis historias, así que el Salón será, una vez más, un punto de encuentro para contaros más, y/o para pasar un buen rato, que eso al menos es de lo poco que queda gratis (por ahora).

HAY PAD

He estado últimamente haciendo unos dibujillos con el ipad. En un principio lo utilizaba para conectarme a internet, y para explorar las posibilidades de edición de cómics digitales directamente a la red. Pero poco a poco he ido descubriendo el enorme potencial del ipad como medio para dibujar, directamente.
Para mí, que dibujo mucho en digital, (mis cómics, por ejemplo), ha sido como un paso más allá, un paso enorme, que enlaza todo lo bueno que tiene el dibujo digital (la inmediata posibilidad de corrección, de prueba y rectificación, la fácil reproducción, distribución y almacenamiento, etc, etc) con lo que le faltaba cuando se trabaja con ordenador (la sensación directa y nítida de DIBUJAR, la plasticidad y la conexión con el soporte que se siente cuando se boceta, se dibuja o se pinta con pinceles, rotuladores, o con lo que sea).
Dibujar con un ipad SÍ es dibujar con todas las letras.
Ya había tenido esa sensación con un Nokia que tuve y que se me cayó al agua a los pocos días de estrenarlo.
Pero el tamaño de pantalla del móvil era demasiado pequeño para tomarlo en serio como un medio de dibujo, aunque lo fuera. Además, el incidente ya mencionado truncó seguir experimentando.













Pero llegó el ipad, y tuve ocasión de hacerme con uno muy barato...

El Ipad cumple con todas las condiciones que buscaba, y creo que esto es el principio de una gran amistad.

Para más inri, la aplicación que he utilizado para estos dibujitos es una aplicación VECTORIAL que se llama IDRAW, que sólo cuesta 6 euros, y que se comporta plásticamente como un programa de dibujo en mapa de bits, despareciendo esa sensación mecánica y fría de los programas vectoriales, sensación que cuando dibujo cómics (los utilizo mucho) acababa siendo algo alienante al cabo de unas decenas de páginas.

En fín, que comparto con vosotros mis primeros resultados, y a los que dibujeis, de verdad, probadlo. Vais flipar.